La carrera mollejúa

mayo 05, 2015



Por Eduardo Monzón
Fotos: Ever Vera, Eduardo Monzón 

Me monté en el autobús pasadas las nueve de la noche, me acompañaban María y Daniel, los hermanos adoptivos que encontré hace tres años en las clases de natación. Íbamos rumbo a Maracaibo, sería mi segunda visita en prácticamente menos de un mes, le debía muchas visitas a esta ciudad y supongo que me estaba poniendo al día.

 La primera vez que fui a la capital del Zulia fue por trabajo, pero me dio tiempo de pasear un poco, conocer la Basílica de La Chinita y comer arepas agüita de sapo, que es lo más sabroso de este universo, las tumbarrancho, que son una grosería,  y los tequeños de chops, que son una utopía; así que Maracaibo ya era para mí un referente se sabores únicos y autóctonos que me hacen sentir muy venezolano.

En esta oportunidad iba a Maracaibo por puro placer, a participar en la Carrera Gatorade Maracaibo Rock y además iba empeñado en navegar en el Lago de Maracaibo encaramado en un kayak. El viaje en autobús fue de esos que no le deseo a nadie, mi asiento no reclinaba, me tuve que cambiar de puesto, nos pararon en muchas alcabalas, casi no dormí, etc. Llegamos a Maracaibo con la emoción de pasar sobre el puente y ver a la ciudad,  que parece  a lo lejos tan moderna como Panamá.

Lo primero que hicimos fue buscar un taxi que nos llevara a la II etapa de la Vereda del Lago, donde funciona el club Kayak Maracaibo. Yo como siempre de entrépito comencé a conversar con Asdrúbal, nuestro taxista, un maracucho rajao, de esos escandalosos y gritones. No tenía ni 5 minutos hablando cuando ya usaba mi acento maracucho postizo, lo cual me divierte muchísimo y hacía que mis amigos se metieran conmigo. Resulta que Asdrúbal terminó siendo uno de esos venezolanos ejemplares que disfruto tanto conocer, generosos y humildes. Nos dejó en la Vereda del Lago, pero lo veríamos más tarde, ya que tomamos nota de su celular y quedamos en llamarlo.

    En la Vereda del Lago 

No nos gustó mucho la atención que nos brindaron los chicos del Kayak, además veníamos de un viaje de casi 10 horas y no nos había dado chance de desayunar, yo igual estaba emocionado, todo lo que involucre a la naturaleza me entusiasma y ya tenía meses esperando para kayakear en el gran lago de Venezuela. Nos entregaron los equipos, hicimos un pequeño calentamiento y nos fuimos al agua.

                      Kayakeando 

Primera vez que practicaba kayak sobre tanta agua, además el oleaje era suave pero constante, lo que hacía que me cansara más maniobrando, nada que ver con el embalse de Guataparo, donde suelo practicar kayak en Valencia. Me gustaba ver a las grandes embarcaciones a lo lejos y cómo se reflejaba el sol sobre el lago. Este tipo de iniciativas promueven el turismo local y sensibilizan sobre el cuidado del medio ambiente, así que cuando puedan practiquen estas actividades.

     Sobre el lago 

Al salir nos tomamos las respectivas fotos para el recuerdo, fue ahí cuando María y Daniel se dieron cuenta de que pequeñas gotas de petróleo se les habían pegado en los pies, así que me expropiaron un antibacterial que siempre llevo cuando viajo y empezaron a estrujarse esos pies para quitarse el petróleo, ellos estaban medio amotinados pero yo estaba risa y risa, primero porque yo no me llené de crudo y segundo porque me parece bien peculiar que puedas decir que navegaste en el Lago de Maracaibo y te llenaste las paticas de petróleo.  

    Limpiando el petróleo 

Salimos  buscando qué comer y algo apurados, pues teníamos que ir al otro extremo de Maracaibo a la entrega de materiales para la carrera. Nos sorprendió entrar a un mini mercado en el que fuimos tratados de muy mala forma por uno de los encargados, que prácticamente nos corrió porque todos teníamos bolsos y yo abrí en mío en uno de los pasillos para sacar el celular y llamar a Asdrúbal.  Esa fue la gota que derramó la copa de María, que no toleraba los malos tratos de los maracuchos hasta ese entonces. Después entendimos que aquel ataque de mala educación se debió a la fobia que le tienen en los mercados de Maracaibo a los bachaqueros.

Nos comimos unos pastelitos buenísimos con una señora que sí nos trató muy bien y nos encontramos con Asdrúbal para irnos al Hotel Maruma, nuestro heroico chofer nos esperó y hasta nos dejó la carrera más barata. En el Maruma recibimos nuestra franela, la más bonita de todas las carreras Gatorade que hecho, y tuvimos la dicha de compartir con Gabrielle Buvat, un chamo inspirador y valiente que ya es famoso entre los corredores de Venezuela, a pesar de los problemas en sus piernas ya ha cruzado más de 65 metas en todo el país. Él es todo un ejemplo a seguir.

     Con Gabo en el Maruma 

Del Maruma nos fuimos echando cuentos con Asdrúbal, el objetivo era irnos a comer los mejores tequeños de Venezuela, los de la cadena de comida Chops. Sin duda alguna los tequeños son para los venezolanos algo sagrado, ocupan un lugar especial junto a la arepa, la empanada y la cachapa. Comimos felices y contentos nuestra buena ración de tequeños, además estábamos frescos con aire acondicionado, yo no estaba sufriendo con el calor hasta ese momento, pero ya María y Daniel andaban recalentados.

     Tequeños en Chops 

Aunque había sido una jornada larga, sacamos más energía y nos fuimos a pasear al C.C Lago Mall, disfrutamos de la vista hacia el lago, comimos churros con arequipe y nos volvimos a encontrar con Asdrúbal para irnos a la casa de la Sra. Aurora, mamá de mi amigo Amancio, quien amablemente me ofreció hospedaje a mí y mis amigos. Esa noche hablamos largo y tendido con la Sra. Aurora, cenamos pizza y pasticho, carbohidrato pesado como se debe hacer la noche antes de una carrera.

Llegó por fin el domingo de la carrera, me gusta mucho el ambiente positivo y de energía que se vive antes de la salida. Al llegar a la Vereda del Lago, lugar desde donde partía la carrera, conocimos a Ever, amigo maracucho de María, desde ahí nos hicimos panas y nos invitó a pasar en la tarde por su casa, nos prometió la mejor vista del puente sobre el lago.

    Con Ever 

Salí a correr con la adrenalina a mil por hora, era mi primera carrera en Maracaibo. La ruta era muy sencilla y sin mayor dificultad, la gran prueba era la chapa gigante de sol que pega en Maracaibo, era impresionante, sentía que el sol estaba a centímetros de mi cara, era como si me lanzaran cera caliente por el cuerpo, tremendo sofocón. La única forma de no sentir que me achicharraba tanto era correr más fuerte y la verdad es que el sol marabino me ayudó a romper mi propia marca y lograr mi mejor tiempo en una carrera de 10 kilómetros, eso fue todo un triunfo para mí. Al llegar a la meta sentí gran alivio pero algo de malestar, el sol era demasiado fuerte, por un momento sentí mareos y presión en la cabeza. Fue solo cuestión de minutos, me tomé un gatorade y quedé como nuevo. Salimos contentos del evento.

    Con mi medalla frente al lago 

Después de echarnos un baño nos íbamos a comer arepas agüita de sapo porque tenía verdes a los muchachos de tanto decirles que las tenían que probar. La gran desilusión fue encontrar el local cerrado. Comenzó la disputa: yo quería patacón, Daniel quería pasta, María no opinaba. Íbamos a volver loca a la pobre Sra. Aurora, a quien invitamos a almorzar para agradecerle su cariño y buenas atenciones. Terminamos instalándonos en un restaurant de Pasta. Yo estaba medio arrecho, cómo carajo iba a comer pasta en Maracaibo!!!!! Pasta puedo comer todos los días de mi vida, donde me dé la gana, pero hay cosas únicas que solo se pueden comer en Maracaibo, solo ahí.

Pero se me pasó, la verdad es que la pasta estaba buenísima, el jugo de parchita sabía a gloria y la pasamos muy bien conversando. Después del almuerzo nos despedimos de la Sra. Aurora y tomamos un taxi hasta San Francisco para encontrarnos con Ever en su casa. Quedé impresionado cuando llegamos, el patio de Ever es el Lago de Maracaibo, tiene una ubicación envidiable y vista privilegiada. Confío en que cuando llegue la explosión del turismo en Venezuela, esta zona va a ser un lugar extraordinario lleno de restaurantes y posadas.

Después de echar cuentos un buen rato nos fuimos hasta un terreno cercano que es el mejor mirador para el puente sobre el lago, Ever es un duro en la fotografía y se fue con cámara en mano para regalarnos un par de fotos que nos inflaran el ego. Terminamos hasta encaramados en una torre vieja para disfrutar del paisaje, fue una tarde amena y estaba contento de ver tanto lago y tanto puente así de cerca.

     Bajando de la torre abandonada. Foto cortesía Ever Vera 

Nos tocó regresar temprano al terminal privado para esperar la salida de nuestro autobús a Valencia, ahí mis hermanos y yo nos reímos, discutimos, nos molestamos y nos volvimos a contentar, es que somos como un matrimonio disfuncional: “peleamos, nos arreglamos, nos mantenemos en esa pero nos amamos, ahí vamos”. Para eso son los amigos.

Las visitas a Maracaibo deben ser cortas, se come mucho y se lleva mucho sol. Pero hay que ir, tengo una lista larga de lugares por conocer en Zulia, ya me tocará volver. Ahora sí, vayan con Dios a buscar en google cómo son las agüita de sapo.

     

    Foto cortesía Ever Vera 



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