Un glaciar frente al Caribe

octubre 06, 2015




Por Eduardo Monzón 


No me ahorro nada de orgullo nacional al poder contar que nací en un país tropical, con playas caribeñas y montañas altas que tienen nieve en sus cumbres. ¿Cómo no vamos a querer conocer cada rincón?

Aunque no estaba en mis planes, la vida me dio la posibilidad de subir a la segunda cumbre más alta de Venezuela. Desde que programamos la fecha me sentí lleno de dudas, solo estuve seguro de que iría cuando compramos nuestro pasaje a Mérida, en ese momento sentí un frío en el estómago, sería una sensación recurrente. No suelo ponerme nervioso antes de viajar, pero esta vez algo nuevo  pasaba.

Al llegar a Mérida la expectativa era total, conocimos a Alfredo, que sería nuestro guía, al resto del equipo y nos preparamos para irnos a La Mucuy.


Esta es un área recreativa del Parque Nacional Sierra Nevada, me gusta su bosque de pinos y su agradable clima. En este lugar los nervios reaparecieron, uno de mis compañeros y yo teníamos síntomas de gripe y tos, estábamos tomando todos los remedios posibles y atentos a cualquier alerta que nos hiciera suspender el viaje. Esto causaba gran tensión en el ambiente, hace pocas semanas había fallecido un excursionista en ese lugar, producto de un edema pulmonar.

Aunque no debíamos subir en ese estado, la recomendación era clara: al primer síntoma negativo teníamos que bajar. Así que tenía la incertidumbre por las nubes, el terror me devoraba el estómago. Nunca estuve tan inseguro de poder llegar a una cumbre. La única forma de saberlo era avanzar y esperar la respuesta del cuerpo.


El primer día de caminata es fuerte y largo, sobre todo psicológicamente. Teníamos que adentrarnos en una espesa selva nublada que parecía interminable.


Esta selva estaba llena de vegetación húmeda que hacía imposible que nos mantuviéramos secos. Pasaban las horas y el paisaje era el mismo. La ruta se hace infinita y hay que sacar fuerza de voluntad desde todos los rincones de la mente.



En el camino cruzamos ríos y quebradas como esta. Salimos a las 7 de la mañana de La Mucuy  y llegamos a nuestro destino a las 3 de la tarde. Fue una jornada maratónica.


Por fin llegamos a la primera parada: laguna La Coromoto. Sentía un gran alivio, no solo por ya no cargar con el peso de la mochila, el cuerpo iba respondiendo bien, no había molestias en el pecho, solo algo de congestión nasal y poca tos seca. El guarapo de menta y malojillo había hecho efecto.  Ganamos la batalla del primer día, tocaba descansar a ver qué tal nos iba al día siguiente.



Arrancamos a caminar el segundo día, ya con más alivio psicológico, ya que la vista se abría al paisaje abrumador de la Sierra Nevada, sus páramos y montañas se dejaban ver sorprendentes.



En este trayecto debíamos pasar por el famoso “Puente quemao”, temido por muchos.



Ya comenzábamos a ver a lo lejos a La Coromoto, señal clara de que íbamos a buen paso.



Es día decidí que escucharía música, eso me ayudó muchísimo a subir con más fuerza, mientras descubría el paisaje del empinado camino.


El camino se hacía largo y difícil una vez más, nos invadía esa terrible sensación de creer que nunca llegaríamos y que nos desplomaríamos bajo el peso de la mochila. Subir las enormes piedras era todo un desafío.



Llegué muerto de frío a la Imponente Laguna Verde ¿se nota en la foto? Estaba agotado física y mentalmente, la batalla fue dura, el cuerpo y la mente subieron como gladiadores, luchando contra la fatiga y el miedo a enfermar y tener que suspender la expedición. Salimos de La Coromoto a las 10 de la mañana y llegamos a la Laguna Verde casi a las 6 de la tarde. Titánico.


Amaneció el tercer día de viaje y la emoción dijo presente, íbamos a ver por primera vez al anhelado glaciar y a la cumbre del Pico Humboldt. La tarde anterior la niebla nos hizo imposible observarlo.


Cada uno fue saliendo de la carpa a su ritmo y andamos a caminar hasta la orilla de la laguna, desde donde veríamos al Humboldt de tú a tú por primera vez. 


Se me aguaraparon los ojos de la emoción, solo podía pensar en lo afortunados que somos, qué bendecido es nuestro país.


Ese día sería de descanso, nos quedaríamos todo el día frente a la Laguna Verde, que es  uno de los lugares de Venezuela más impactantes que he conocido últimamente. Después de caminar por dos días nos habíamos encontrado con esta masa gigante de agua color esmeralda, que parece un pedazo de una playa de Paria en el corazón de los andes.



 Es asombroso. Esta es la segunda laguna de origen glaciar más grande de Venezuela, desde donde la mires es un espectáculo, simplemente deslumbrante, para quererla y admirarla durante horas enteras.


Practicar rapel frente a la imponente Laguna Verde es una de las experiencias extremas más divertidas que he tenido viajando, todo gracias al ingenio de Alfredo, nuestro gran guía de montaña.


Ese día el clima estuvo perfecto, con sol radiante. Descansamos y nos sentíamos muy bien, no había dudas, ya estábamos logrando la meta de llegar a la cumbre, a la que pudimos observar y fotografiar largo rato.


A pesar de que durante la noche tuve un fuerte dolor de cabeza, despertamos temprano en nuestro cuarto día, el más importante, el día del ascenso final. Preparamos todos los equipos y comenzamos a subir. La Laguna verde comenzó a pintarse a lo lejos y el cansancio físico nos atacó fuerte, eran los momentos en los que sentía que no podía más. Era un inmenso desafío controlar la respiración por la falta de oxígeno, ya estábamos sobre los 4000 metros sobre el  nivel del mar.


Después de subir por un interminable arenal, el blanco de la nieve comenzó a sorprendernos.


 Cada vez eran más grandes los segmentos helados bajo nuestros pies.



¡¡¡Sin darnos cuenta estábamos caminando sobre el glaciar más grande de Venezueña!!! Era como estar en un sueño o en una película.


A pesar del cansancio nos sentíamos bien, estábamos disfrutando el momento y el frío no era tan fuerte como pensamos.


Después de tantas dudas y tanto esfuerzo habíamos cumplido un sueño: pisar el glaciar La Corona.


Da un dolor enorme ver lo grande que era este glaciar hace varios años, el calentamiento global no perdona y aunque no sabemos con seguridad cuánto tiempo le queda a nuestra cumbre helada, lo cierto es que cada vez será más pequeña. Así que estamos en un momento importantísimo y nos sentimos muy felices por haber vivido experiencia este año.


Fue un gran orgullo llevar nuestro tricolor a lo más alto de Venezuela.


Por el mal tiempo no pudimos llegar a la cumbre del Pico Humboldt, la cual estaba a pocos metros, no teníamos buena visibilidad y ya el cansancio hacía estragos en parte del equipo. Pero como dice una frase célebre: “Una retirada a tiempo es una victoria”. Así que nadie se sintió derrotado. Disfrutamos de nuestra blanca nieve y comenzamos a bajar.

Esta es la experiencia de alta montaña más importante que he tenido, ahora me siento orgulloso de conocer a nuestra increíble Sierra Nevada y le doy gracias Dios por haberme permitido hacerlo y regresar sano y salvo a mi casa.

Tengo que agradecerle mucho  a mis compañeros porque sin su apoyo jamás hubiese sido posible completar este viaje y nunca la hubiera pasado tan bien sin un equipo como ustedes: Gustavo Celis, Miguel, Freddy, Gustavo Morales y nuestro gran guía, Alfredo.


Si quieres subir al Pico Humboldt o a otra cumbre de Mérida:
Alfredo Briceño, guía de alta montaña
alfredopaseos@gmail.com
+58-414-9797585




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