Vamos a la playa a conocernos
agosto 29, 2015
“Si
quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama”.
San
Agustín
Conocernos viajando
Viajar
es una muy buena forma de conocer a otras personas, puede ocurrir de muchas
formas, por diferentes causas y propósitos. Hay gente que te consigues por
casualidad, porque caminan junto a ti en la montaña, porque les tocó sentarse a
tu lado en el autobús o tomaron el mismo peñero, instalaron su carpa frente a
la tuya, etc. Es una suerte de lotería y nunca sabes cómo va a ocurrir, puede
ser solo una conversación con alguien que no volverás a ver nunca, o el inicio
de una nueva amistad, un nuevo amor platónico o quién sabe.
A
veces toca viajar con gente que ya crees conocer, porque ya han compartido,
pero es mientras ocurren las vivencias de la travesía que se dejan ver las
personalidades en su estado puro, se conoce el lado bueno y el lado malo, el
carácter, las emociones, la calma, las reacciones, la risa y el llanto. Estos
episodios suelen ser radicales: o sellan la amistad para siempre o la
destruyen.
Los
viajeros somos selectivos, sabemos que no podemos viajar con todo el mundo,
sobre todo cuando ya tenemos una forma particular de ver el viaje y de hacer
las cosas. Por eso nuestra primera reacción a los “llévame contigo”, invítame
cuando vayas”, “avísame a la próxima”; suele ser distante, no siempre abrimos
el abanico a los nuevos compañeros, la verdad es que hay que saber ganarse el
pase para viajar con alguien que se la pasa en esto, todo tiene su técnica, se
los digo yo que he logrado viajar con un
montón de desconocidos, que afortunadamente terminan siendo amigos,
amiguísimos, hermanos y hasta más.
En
oportunidades conocemos a personas que se convierten en íconos de ese lugar al
que vamos, porque forman parte de ese destino, viven ahí o hacen algo que los
une de forma muy honesta a ese pueblo, ciudad, playa, etc. Cada vez que pienses
en ese viaje recordarás a ese personaje y vas a querer volver para verlo de
nuevo.
Otra
forma más interesante de conocer a alguien es ponerte de acuerdo con una
persona que nunca hayas visto en vivo y directo, pero que compartan grandes
ideas, programar fecha, destino y viajar juntos para conocerse con todas las
letras. Es algo medio loco y es parte de
lo que estoy por contarles.
Pero
resulta que viajar es también una gran forma de conocernos a nosotros mismos,
siempre he dicho que los buenos viajes, más que físicos, son espirituales, aquellos
que te mueven las emociones, te dan preguntas y respuestas, te hacen entrar en
habitaciones de tu mente que no sueles visitar, porque no quieres o porque ni
sabes que existen. Al llegar de estos viajes tu visión cambia, se reordenan las
prioridades, te desprendes de algo o buscas llenarte de lo nuevo, cambia el
norte, algo nuevo crece, hay nuevos ideas pero también reafirmas tus
convicciones, se va un viejo paradigma y llega uno nuevo. Son los viajes que
nunca olvidas y que te cambian la vida.
Pero
¿qué pasa cuando se unen estas dos formas de conocer? Conoces a otros mientras
te conoces más a ti mismo. Fascinante. Algo así me pasó en mi viaje al Roraima,
es un viaje del que hablo mucho, me puso el mundo de cabeza, pero para bien y
cambió el rumbo de todas mis metas. Esa fue la primera vez que me atreví a
contar todo un viaje desde una óptica tan personal, ese fue el génesis de las
crónicas cambiantes.
Esta
introducción la única forma de que comprendan lo que ocurrió en este viaje a la
costa de Aragua, en el que conocí a Adriana Herrera, Yoendry Prieto, conocí más
a Gustavo Celis y me conocí un poco más a mí.
Los viajeros
Adriana Herrera: Es una periodista
venezolana, fue editora de una revista muy importante de moda y espectáculos.
Un día decidió que solo quería viajar por el mundo y contarlo en letras. No
solo ha logrado visitar por muchos países, también lo ha contado en revistas
tan importantes como en la que trabajó antes y en el blog que inventó para que
todos viajáramos con ella: Viaja el Mundo. Hace algún tiempo comencé a ver el
trabajo de Adriana por las redes sociales, me despertaba una simpatía natural,
por su forma de escribir y narrar. Conocí su historia y admiraba la
determinación que tuvo para hacer realidad su proyecto. Nunca habíamos hablado,
hasta que descubrí que en su blog tenía una sección para publicar historias de
otros bloggers de viajes, me picaron los dedos, escribí algo sobre un lugar que
me gusta mucho y le envié un correo electrónico. Así nació Chuao tiene alma y
comenzamos a conversar con frecuencia.
Gustavo Celis : He contado 78235648642865 veces cómo conocí a Gustavo y sé que me falta
contarlo muchas veces más. Afortunadamente esta anécdota está registrada en mi
crónica del viaje al Roraima , sí, el mismo que puso mi mundo patas arriba. Es que Gustavo
era el líder de la banda de delincuentes con los que cometí el crimen de hacer este
viaje extraordinario. Desde ahí nos hicimos amigos y junto a otros dos amigos
más se inició lo que hoy es #BloggersConMochila hemos hecho muchos viajes
juntos y siempre la pasamos muy bien. Gustavo estudia medicina, pero saca
tiempo para viajar y escribir en su blog Venezuela con Mochila . Gracias a este
blog y a sus redes sociales, Gustavo se ganó la simpatía virtual de Adriana, que un día hizo un comentario en
Facebook sobre una publicación de Gustavo. Él le comentó: “deberíamos
conocernos y viajar juntos un día”. Y salí yo, bien metiche y salío a decir:
“PUES YO TAMBIÉN VOY”. La entrepitura se me da bien, a veces. Ahí sembramos la
semillita de este viaje.
Yoendry Prieto: Es un fotógrafo maracucho, tiene un par de años llevando un afro que lo
ha hecho popular en las redes sociales, pues viaja mucho y en cada destino posa
con su afro, un poncho con la bandera de Venezuela o un muñequito de madera que
es como su propia caricatura. Recientemente también creó su blog de viajes Yoendry. Yo no tenía ni idea de que Yoendry
existía, creo que una vez vi unas de sus fotos en Chuao, pues fuimos de visita
en días cercanos. Pero él ya era amigo de Adriana, se habían visto un par de
veces en Caracas y Maracaibo, siempre pelean de mentira y se quieren de verdad.
Fue por eso que Yoendry le armó una escena de celos a Adriana cuando ella presumió en twitter que
estaba tramando algo con Gustavo y conmigo. Fue así que a Adri se le ocurrió
que podía ser parte de este viaje, lo invitó y él aceptó. Armamos un grupo
virtual y comenzamos a planificar.
A la costa
Entonces
la cosa era así: de un lado Gustavo y yo, que ya nos conocíamos. Del otro lado
Adriana y Yoendry que también eran amigos. Pero estos cuatro jamás habíamos estado juntos, todos nos vimos
las caras por primera vez unas semanas después, en el terminal de Maracay mientras
hacíamos una cola larguísima para tomar un autobús a Choroní y navegar varios
días por las playas de la zona. Adriana se iba a atrever por primera vez a
guindarse una mochila y dormir en carpa. Le dije varias veces que sentía que ya la conocía, porque los que
escribimos dejamos mucho de lo que somos en los textos y si leemos bien,
conocemos al autor.
Los
cuatro hablamos mucho en la cola del terminal y en el trayecto a Choroní.
Llegamos a Puerto Colombia al final de la tarde
y comimos heladitos de coco y cacao. Nos fuimos al malecón a
encontrarnos con El Lobo, un lanchero que yo había contactado un par de días
antes para que nos hiciera todos los traslados. Salimos rumbo a Chuao, un lugar
que quiero mucho, donde la gente baila tambor y salsa desde la mañana, y la
playa siempre tiene un cielo honesto con atardeceres mágicos. Mientras navegábamos
comenzó a llover. Al llegar, Gustavo, Yoendry y yo armamos el campamento, le
tomé unas fotos al atardecer y nos fuimos a dar nuestro primer baño de agua
salada, en medio de la penumbra. La pasamos finísimo hasta que el hambre y las
olas bochincheras nos sacaron a patadas de la mar.
Esa
noche había fiesta en Chuao, era plena temporada alta y había mucha gente. Creo
que no fue la mejor noche de sueño para todos. Igual nos despertamos contentos,
yo estaba pendiente de que hiciéramos el desayuno y levantáramos campamento
para que no se nos hiciera tarde para ir al Chorrerón de Chuao. Quería que nos rindiera el tiempo para
cumplir el itinerario que teníamos como meta, aunque siempre supimos que, como
en todo viaje, las cosas se darían a su propio ritmo.
Pero igual yo me atrevía
a hacer lo posible para llevar un orden de las actividades que haríamos, me
había dado el permiso de planificar parte del viaje y cuadrar varias cosas,
como el lanchero y la clase de Stand Up Paddle que tendríamos al tercer día de aventura.
Fue así como los muchachos comenzaron a decirme, medio en broma y medio en
serio, que le bajara dos y que dejara que todo fluyera. Comenzaron a salir
burbujas de pensamientos en mi mente ¿de verdad me estaba poniendo intenso? ¿Había
planificado demasiado?
Yo creo que vamos por el camino siendo la suma de lo que
hemos aprendido y yo pasé de ser el más soñador y despistado del planeta (aire
y agua) a ser alguien que se le hace totalmente normal planificar, decidir y
liderar, aprendí a hacer que las cosas pasen porque sí (tierra y fuego). Mi
paso por el mundo empresarial, la radio y el emprendimiento, me enseñaron a
balancear mi personalidad, a tener calma y a soñar, pero también a ser realista
y lograr con determinación lo que me
propongo. Entonces toda esta historia de aprendizaje profesional se había
colado en mi forma de viajar y creo que no me había dado cuenta del todo hasta
ese momento. ¿Estaba bien o estaba mal? Por un momento no lo supe, lo fui pensando
mientras avanzaba el viaje, mi viaje
interno.
Salimos
al Chorrerón, Yoendry decidió quedarse en la playa y Adriana se aventuró en su
propio viaje interno, salió al encuentro con ella misma cuando dejó que Gustavo
y yo la metiéramos en nuestro mundo de caminatas y montaña, cosa que a ella no
le gusta, lo admitió con sinceridad al contarnos lo mucho que le cuesta hacer
senderismo y las malas experiencias que tuvo en el pasado. Adriana se esforzó,
física y emocionalmente, en un momento de las dos horas de caminata estuvo a
punto de llorar cuando le vio los ojos a sus miedos. Creo que Gustavo y yo, que
estábamos en nuestro medio natural, hicimos le mejor que pudimos para apoyarla
y la verdad es que fue todo un triunfo. Nuestra llegada al Chorrerón fue
apoteósica y disfrutamos muchísimo el par de horas que estuvimos ahí, fueron
baños de energía y conversaciones de entusiasmo.
Regresamos
tarde del chorrerón, según los planes que yo había hecho debíamos volver a la
playa a eso de las dos de la tarde, para encontrarnos con El Lobo a las tres e
irnos a Cepe. Pero regresamos pasadas las cinco, fuimos a buscar nuestras
mochilas y en el camino Gustavo y yo tuvimos una desagradable discusión con el
señor que había sido nuestro guía al Chorrerón, temprano habíamos tenido un mal
entendido y nos separamos de él en el camino, lo encontramos en la playa con
unos tragos encima y nos abordó de forma grosera, afortunadamente nos
entendimos y la conversación bajó de tono hasta que todo quedó bien. Mientras
esto pasaba nos perdimos el atardecer, momento sagrado de los viajes para mí.
Este episodio me dejó un mal sabor, que se volvió más amargo cuando varios
lancheros se negaron, también con groserías, a llevarnos a Cepe. No entendía
qué pasaba, ese no era el Chuao que yo conocía y que tanto quería.
Decidí
que ese mal rato no podía dañarme el viaje, ni la buena imagen que tengo de
Chuao, mucho menos después de lo bien que nos había ido ese día. Acordamos que
volveríamos a dormir ahí, así que caminamos nuevamente hasta el final de la
playa para armar nuestro campamento de nuevo. Mientras andábamos volvieron las
burbujas de pensamientos, a pesar de que no se había cumplido lo que estaba
planificado en mi mente, me sentía tranquilo y dispuesto a seguir disfrutando
de todo lo que ocurría, recordé que además de aprender a planificar, también
aprendí a adaptarme a los cambios, a ser
flexible y que nunca pierdo la calma cuando algo no sale como se había previsto.
Bingo.
Esa noche hubo un
antes y un después. Apareció la quinta viajera
Cacao
Estábamos
acampando cerca de la montaña y los muchachos encontraron en una cuevita a una
perrita abandonada, no tendría más de mes y medio de nacida, era pequeñita y
toda negrita. Gustavo, Adriana y Yoendry morían de ternura con aquel animalito,
la alimentaron, la cargaron y la vigilaban. ¿Y yo? Como si nada, los que me
conocen saben que no me gustan los animales, que la única mascota que tuve fue
una tortuga, que cuando era niño quise tener un perro y nunca me dejaron, y que
cuando estaba muy pequeño un gato negro me arañó. Así que no me gustan los animales, no me
agradan los perros y no tolero a los gatos, aunque me gusta lo místico que son.
Siempre
hablo mucho de esto con mis amigos, a la mayoría le gustan los animales y me
han recomendado que me acerque a ellos poco a poco. Hace meses me propuse
hacerlo porque entendí que los animales son parte vital de la naturaleza que yo
disfruto conocer y cuidar. Di un gran paso cuando fui a ver el desove de las
tortugas marinas en Paria, gracias a Gustavo. Esa experiencia me cambió para
bien y me ayudó a respetar y entender más a los animales. Pero no tanto como
para haber decidido que no podía irme de Chauo sin llevarme a esa perrita a
casa. Esa fue la decisión de Gustavo, que Adriana apoyó: no podían dejar a la
cachorrita abandonada. Debo admitir que admiré ese gesto de nobleza, hizo que
me cuestionara y me preguntara hasta dónde llegaba mi generosidad por los seres
vivos.
En
la mañana levantamos campamento y nos fuimos al otro extremo de la playa a
esperar a El Lobo, que ahora sí nos iba a sacar de Chuao pero hasta Tuja, una
playa que tenía meses esperando conocer. Mientras llegaba nuestra lancha todo
giraba en torno a la perrita, ya era parte del viaje y había que ponerle un
nombre, todos la cargaban menos yo, que si no la tocaba era mejor. Alguien dijo
que se llamara Chuao, pero ese era un nombre para un macho. A mí se me ocurrió
que se llamara Cacao, porque en Chuao se produce el mejor cacao del mundo. A
los muchachos les gustó y Cacao se quedó. Al menos le puse el nombre ¿lo
podemos tomar como un avance?
En
la lancha rumbo a Tuja, Cacao se hizo
N°2 en la franela de Gustavo y conocimos a unas chamas muy panas que más tarde
nos darían pan con atún y refresco. Y
les digo algo, el que me da comida se convierte en mi amigo para toda la vida.
El paraíso
Llegamos
Tuja y mi universo se volvió perfecto, arribamos a un paraíso. Es uno de esos
lugares que me sorprende y se convierte en especiales, lo supe desde que la vi:
esta playa iba a marcar pauta. Desde que llegamos a Tuja sentí que el viaje
comenzó a fluir mejor y yo comencé a fluir junto a él. Me sentía en mi
elemento, en equilibrio, estaba feliz, era el punto que estaba esperando, como
me sentía en Tuja es como me siento en los mejores instantes de los viajes que
disfruto mucho, es el nivel de satisfacción viajera que siempre espero
alcanzar. Tuja es la naturaleza perfecta en la que soy mi mejor versión.
Ya
los 4 viajeros nos estábamos conociendo bien, todos habíamos sido muy honestos
y naturales, no había nada de poses falsas ni premeditadas, éramos simplemente
nosotros y nos íbamos entendiendo muy bien, a pesar de que todos somos
diferentes y eso fue muy interesante, saber que todos nos estábamos enfrentando
a algo nuevo, estábamos compartiendo costumbres diferentes que cada uno tiene a
la hora de viajar.
Supe
que habíamos logrado crear una atmosfera de confianza cuando comenzamos a
hablar libremente de nuestras idas al baño, esa es una medida alta de confianza
entre viajeros, después de eso pocas cosas dan vergüenza y es la señal
inequívoca de que dejamos se ser unos extraños.
Adriana lucía tranquila, había
tenido algunos malestares, tal vez su cuerpo se estaba liberando de algunas
cargas, producto que de ese viaje interno que todos vamos haciendo mientras el
viaje exterior ocurre. Yoendry estaba en calma, es un maracucho alegre, pero
también sabe ser introvertido de a ratos. Lo constante para él era hacernos
reír con alguna maracuchada. Gustavo estaba simplemente siendo Gustavo, creo
que es algo que solo podemos entender los que lo conocemos y observamos
mientras viaja, porque tiene una forma muy particular y feliz de ser quien es.
La novedad en este viaje eran sus atenciones a Cacao. Yoendry dice que a
Gustavo todo lo sorprende, hasta respirar.
Mis
dos días en Tujas se confunden, cuando saboreo mucho estar en un lugar pierdo
la noción del tiempo. Sé que todo los disfrutaba mucho, tomar fotos, bañarnos, hablar de canciones y cantantes viejos, nadar
hasta un barquito anclado y lanzarme al agua, caminar hasta un pozo de agua
dulce y lanzarme por una enorme piedra que hace de tobogán, subir a la montaña,
tomar más fotos, y así.
Tuvimos
una clase de paddle que fue épica y la disfruté mucho, eso se los conté en mi reseña turística de Tuja. En algunos ratos nos separábamos, Adriana y Yoendry
se quedaban tranquilos en la arena, simplemente contemplando los colores de
aquel paraíso. Por otro lado Gustavo y yo estábamos poseídos por algún huracán que
no paraba en todo el día. Era literal ¡no parábamos! En el segundo día fuimos
dos veces al pozo de agua dulce que está ubicado más allá del pueblo,
volvimos a encaramarnos la montaña que
ya habíamos subido el día anterior, nadamos como 20 veces hasta el barquito
lleno de redes anclado en medio de la playa, echábamos cuentos viajeros, nos
uníamos a los niños del pueblo que jugaban en la playa, para ver por qué parte
del acantilado se subían para lanzarse al agua desde las piedras. Volvíamos a
la playa, comíamos y nos metíamos al agua a conversar un buen rato con Adriana
y Yoendry de cultura pop.
A
todas estas ya Cacao era la reina del arroz con pollo, se había adueñado hasta
de las carpas. Una de las noches le tocó dormir en la misma carpa que yo y la
condenada se portó malísimo, se movía, chillaba, me despertaba, se montaba en
mi sleeping… Era Cacao contra mi paciencia y mi sueño, en una de esas le dije a
Gustavo: “La controlas o la saco”. Y Realmente la única forma que tuvo Gustavo
de tranquilizarla fue sacarla en plena madrugada a jugar, para que se cansara y
se pudiera dormir.
Pero
Cacao se fue convirtiendo en esa canción que escuchas por primera vez en la
radio y te parece malísima, después de tanto escucharla se te va grabando, la
tarareas y sin darte cuenta se te pega la bendita canción. Me fue causando
admiración la forma en la que evolucionaba el comportamiento de Cacao después
de un par de días recibiendo atención y cariño, era impresionante ver la manera
en la que se estaba desenvolviendo, cuando la encontraron estaba temerosa y
siempre buscaba esconderse en algún rincón o entre nuestras mochilas, ahora era
libre. Así que de regreso ya era capaz de tocar más a Cacao y hasta de cargarla
por algunos minutos, ya podía percibir mucha ternura al ver sus pequeños ojos
negros.
Concluir
Era
hora de volver, nos despedimos de Tuja y regresamos a Choroní a comer empanadas
y tomar nuestro autobús. En algún
momento volvimos a conversar sobre mi afán de planificar, Adriana me dijo que
le parecía que yo era impaciente y que tenía una forma cuadrada de querer
calcularlo todo, por eso pensaba que a la naturaleza le faltaba hacer su
trabajo conmigo. Eso volvió a encender los pensamientos que se habían quedado
pausados en Tuja. Es que nunca me había hecho las preguntas que me hice en
Chuao: “¿de verdad me estaba poniendo intenso? ¿Había planificado demasiado?”
Además creo que era la primera vez en
mucho tiempo que alguien me decía impaciente.
Creo
que en algún momento concluí que yo me siento bien con mi ánimo de planificar
y querer estructurar ciertas cosas, lo
disfruto, es parte de lo que soy, es un fragmento de mi identidad, de mi
historia y hasta de mis logros. Si quisiera cambiar de golpe esa parte de mi
personalidad, estaría dejando de ser quien soy, aun así no me niego a la
posibilidad de moldear mi forma de pensar más adelante, si algo me he
demostrado a mí mismo es que soy capaz de cambiar, me gusta reinventarme y lo
hago sin temores. Ahora bien, también concluí que el afán de planificar no
puede superar nunca la adaptabilidad a los cambios y la emoción de descubrir lo
inesperado, tampoco puede ser algo que incomode a las almas liberales, como las
que me acompañaron en este viaje.
Al
día siguiente de haber vuelto a casa, fui a un mercado popular de mi ciudad, al
que por alguna razón me gusta mucho ir. Esta vez hubo una novedad, vi a varios
perros callejeros y no pude evitar sentirme profundamente conmovido, verlos me
produjo una gran compasión. Fue en ese
momento que supe lo que Cacao había significado en este viaje y el efecto que
había tenido en mí. Esa tarde los #BloggersConMochila tuvimos una reunión de
trabajo y al salir fui a darle la cola a los muchachos, al pasar por casa de
Gustavo entré a saludar a Cacao, que hasta ahora ha permanecido con él, en
contra de la voluntad de su mamá. La verdad es que me gustó cargar a Cacao y decirle que me pidiera la bendición, porque
Adri y Gus son los papás, Yoe y yo somos los tíos.
Este
viaje fue una nota, la pasamos finísimo y todos nos caímos muy bien, tanto que
esperamos hacer otros viajes juntos, los cuales me encargaré de planificar a la
perfección. ¡Bazinga!
Para más fotos y relatos, sígueme en @eduardomonzn
Para más fotos y relatos, sígueme en @eduardomonzn
6 comentarios
Por algo tuve que leer este pasaje de tu andar con estos panas, con Cacao y en especial contigo mismo. Una lectura que fragmenta y refleja muchas cosas de mi (lo cuadriculado). En definitiva todo viaje siempre es ganancia, y uno siempre gana lección de vida, aprendizajes para el alma. Gracias por compartir ese recorrido de emociones contigo mismo. ¡Enseñar es aprender dos veces!
ResponderEliminarGracias por leer, me alegra que hayas encontrado algo bueno para ti en toda esta aventura
EliminarDios, que mágico es leerte, transportas mi mente al lugar imaginando todo lo que hicieron. ¡Gracias por compartir! Desde hace tiempo te tomo como ejemplo, Claro, aún me falta muuuucho camino por recorrer, pero creo que eres un valiente, y espero en determinado momento hacer tanto como tú. ¡Gracias!
ResponderEliminarAdriana, qué honor me haces con tus palabras, muchas gracias. Ser ejemplo es una gran responsabilidad, espero ser uno bueno. Un abrazo!
EliminarCreo que ya me debo haber leído todos tus post y es realmente increíble lo que transmites. Me gusta especialmente cuando leo una historia de un lugar al que todavía no he ido, como Boca de Uchire, Paria o Mérida y honestamente me entran unas ganas desesperadas de ir a visitarlos y pasar por los lugares exactos que describes, conocer las personas con las que compartiste, comer las comidas que probaste y es que tus relatos dan ganas de viajar. Pero también me gusta cuando leo sobre lugares que sí he visitado y tus historias me hacen recordar esos momentos y pensar que oh si, esas cascada es genial. Por cierto, si en un momento dado un autobús te lleva hasta punto fijo hay una playa que te espera con un atardecer de esos que no se olvidan, Villa Marina es la playa en cuestión. Y si te encuentras con energía te sugiero que subas el cerro Santa Ana, una experiencia retadora pero muy divertida, desde la cima puedes tocar las nubes que pasan y si tienes suerte y está despejado puedes avistar Aruba. Y avisa si te hace falta un guía, saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carlos, por tomarte el tiempo de leer lo que escribo y dejar tu comentario. Tengo una deuda terrible con Falcón, ya tendré la oportunidad de pasar por allá. Gracias por los datos.
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