El Dorado y las piedras que hablan
agosto 30, 2018
El agua era amarillo
brillante, pero muy transparente a la vez, aunque al fondo se volvía más
oscura. Los rayos del sol bajaban junto a la cascada y todo tenía reflejos de
luz, como si se tratara de una escena celestial.
El famoso mito de El Dorado
cuenta la historia de una ciudad perdida de oro, que hizo que cientos de
conquistadores se lanzaran a su búsqueda, en extremas y peligrosas expediciones
por las selvas de Suramérica. Nunca la encontraron.
Investigadores llegaron a la
conclusión de que El Dorado no era una ciudad perdida, sino un extravagante
personaje que cubría su cuerpo con polvo de oro y luego se bañaba en una laguna
sagrada.
Se habla incluso de un
ritual que se repetía cada vez que los habitantes de los milenarios pueblos
Muiscas, en Colombia, debían cambiar de líder. Leyendo sobre los Muiscas
entendí que el oro era más apreciado por
su significado espiritual que por su valor material.
Por eso ahora, que pienso en
retrospectiva y vuelvo en mi mente a esas aguas doradas, me pregunto ¿dónde
están nuestros tesoros? ¿Cuál es nuestro oro?
Yo atesoro ese momento en el
que pude nadar entre aguas brillantes, como si fueran El Dorado, lo irónico es pensar que en
ese mismo momento, en ese mismo territorio, se estaba extrayendo salvajemente
el oro que guarda una tierra sagrada y milenaria, que muere lentamente de
indolencia, porque la minería asesina, bajo la luz del sol, con descaro y con
impunidad.
¿Dónde están nuestros
tesoros?
Lo cierto es que el rato que
pasamos en el Mauraik fue casi idílico, sus aguas frías y amarillas nos permitían
nadar hasta una inmensa pared de piedra, que era rojo opaco, por ahí bajaba a
toda velocidad una cortina de agua que nos bañaba con su frescura, para
llenarnos de infinita energía.
Otro motivo que hizo que me
gustara tanto este lugar es la ruta que hay que seguir para llegar, es preciso
atravesar a pie un valle con una gran cascada en el medio y luego una misteriosa
pared donde reposan muchísimas, pero muchísimas piedras que se han desprendido
de la montaña.
Las piedras son de
diferentes tamaños, colores y texturas, muy parecidas a los tepuyes, y dan la
sensación de ser testigos que tienen cientos o miles de años ahí. Cuando pasé
de regreso venía caminando solo, detallé un poco las piedras y me pareció que
tenían tanto tiempo que su energía era particular, como si esas piedras
hablaran y pudieran contar secretos.
Una amiga que estaba conmigo
en este viaje me dijo lo mismo, que al pasar por ahí recordó una película animada
en donde un personaje recibe sabios consejos de piedras que cobraban
vida.
Y yo creo que sí, esas piedras
hablaban, solo que no entendí su lenguaje, realmente no me di el tiempo
necesario para escucharlas. Siempre queda un motivo para volver.
Deseo regresar a nadar en el pozo dorado y luego sentarme a
escuchar los susurros milenarios de las piedras, en ese valle que es mucho más
bonito de lo que pudieron capturar un par de fotos improvisadas que tomé.
El Salto Mauraik fue una de
las paradas del Jeep Tour de 6 días por La Gran Sabana que hice con Viajes
Capino. Si quieres ver los videos de toda la semana de recorrido, ingresa aquí a mi perfil de instagram y busca la historia destacada “Gran Sabana”.
Para armar tu viaje:
@viajescapino en Instagram. 0414-809.99.36.
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