La carrera mollejúa
mayo 05, 2015
Me monté en el autobús pasadas las nueve de la noche, me
acompañaban María y Daniel, los hermanos adoptivos que encontré hace tres años
en las clases de natación. Íbamos rumbo a Maracaibo, sería mi segunda visita en
prácticamente menos de un mes, le debía muchas visitas a esta ciudad y supongo
que me estaba poniendo al día.
La primera vez que
fui a la capital del Zulia fue por trabajo, pero me dio tiempo de pasear un
poco, conocer la Basílica de La Chinita y comer arepas agüita de sapo, que es
lo más sabroso de este universo, las tumbarrancho, que son una grosería, y los tequeños de chops, que son una utopía;
así que Maracaibo ya era para mí un referente se sabores únicos y autóctonos
que me hacen sentir muy venezolano.
En esta oportunidad iba a Maracaibo por puro placer, a
participar en la Carrera Gatorade Maracaibo Rock y además iba empeñado en
navegar en el Lago de Maracaibo encaramado en un kayak. El viaje en autobús fue
de esos que no le deseo a nadie, mi asiento no reclinaba, me tuve que cambiar
de puesto, nos pararon en muchas alcabalas, casi no dormí, etc. Llegamos a
Maracaibo con la emoción de pasar sobre el puente y ver a la ciudad, que parece a lo lejos tan moderna como Panamá.
Lo primero que hicimos fue buscar un taxi que nos llevara
a la II etapa de la Vereda del Lago, donde funciona el club Kayak Maracaibo. Yo
como siempre de entrépito comencé a conversar con Asdrúbal, nuestro taxista, un
maracucho rajao, de esos escandalosos y gritones. No tenía ni 5 minutos hablando
cuando ya usaba mi acento maracucho postizo, lo cual me divierte muchísimo y
hacía que mis amigos se metieran conmigo. Resulta que Asdrúbal terminó siendo
uno de esos venezolanos ejemplares que disfruto tanto conocer, generosos y
humildes. Nos dejó en la Vereda del Lago, pero lo veríamos más tarde, ya que
tomamos nota de su celular y quedamos en llamarlo.
En la Vereda del Lago
No nos gustó mucho la atención que nos brindaron los
chicos del Kayak, además veníamos de un viaje de casi 10 horas y no nos había
dado chance de desayunar, yo igual estaba emocionado, todo lo que involucre a
la naturaleza me entusiasma y ya tenía meses esperando para kayakear en el gran
lago de Venezuela. Nos entregaron los equipos, hicimos un pequeño calentamiento
y nos fuimos al agua.
Kayakeando
Primera vez que practicaba kayak sobre tanta agua, además
el oleaje era suave pero constante, lo que hacía que me cansara más maniobrando,
nada que ver con el embalse de Guataparo, donde suelo practicar kayak en
Valencia. Me gustaba ver a las grandes embarcaciones a lo lejos y cómo se reflejaba
el sol sobre el lago. Este tipo de iniciativas promueven el turismo local y
sensibilizan sobre el cuidado del medio ambiente, así que cuando puedan
practiquen estas actividades.
Sobre el lago
Al salir nos tomamos las respectivas fotos para el
recuerdo, fue ahí cuando María y Daniel se dieron cuenta de que pequeñas gotas
de petróleo se les habían pegado en los pies, así que me expropiaron un
antibacterial que siempre llevo cuando viajo y empezaron a estrujarse esos pies
para quitarse el petróleo, ellos estaban medio amotinados pero yo estaba risa y
risa, primero porque yo no me llené de crudo y segundo porque me parece bien
peculiar que puedas decir que navegaste en el Lago de Maracaibo y te llenaste
las paticas de petróleo.
Limpiando el petróleo
Salimos buscando
qué comer y algo apurados, pues teníamos que ir al otro extremo de Maracaibo a
la entrega de materiales para la carrera. Nos sorprendió entrar a un mini
mercado en el que fuimos tratados de muy mala forma por uno de los encargados,
que prácticamente nos corrió porque todos teníamos bolsos y yo abrí en mío en
uno de los pasillos para sacar el celular y llamar a Asdrúbal. Esa fue la gota que derramó la copa de María,
que no toleraba los malos tratos de los maracuchos hasta ese entonces. Después
entendimos que aquel ataque de mala educación se debió a la fobia que le tienen
en los mercados de Maracaibo a los bachaqueros.
Nos comimos unos pastelitos buenísimos con una señora que
sí nos trató muy bien y nos encontramos con Asdrúbal para irnos al Hotel
Maruma, nuestro heroico chofer nos esperó y hasta nos dejó la carrera más
barata. En el Maruma recibimos nuestra franela, la más bonita de todas las
carreras Gatorade que hecho, y tuvimos la dicha de compartir con Gabrielle
Buvat, un chamo inspirador y valiente que ya es famoso entre los corredores de
Venezuela, a pesar de los problemas en sus piernas ya ha cruzado más de 65
metas en todo el país. Él es todo un ejemplo a seguir.
Con Gabo en el Maruma
Del Maruma nos fuimos echando cuentos con Asdrúbal, el
objetivo era irnos a comer los mejores tequeños de Venezuela, los de la cadena
de comida Chops. Sin duda alguna los tequeños son para los venezolanos algo
sagrado, ocupan un lugar especial junto a la arepa, la empanada y la cachapa.
Comimos felices y contentos nuestra buena ración de tequeños, además estábamos
frescos con aire acondicionado, yo no estaba sufriendo con el calor hasta ese
momento, pero ya María y Daniel andaban recalentados.
Tequeños en Chops
Aunque había sido una jornada larga, sacamos más energía
y nos fuimos a pasear al C.C Lago Mall, disfrutamos de la vista hacia el lago,
comimos churros con arequipe y nos volvimos a encontrar con Asdrúbal para irnos
a la casa de la Sra. Aurora, mamá de mi amigo Amancio, quien amablemente me
ofreció hospedaje a mí y mis amigos. Esa noche hablamos largo y tendido con la
Sra. Aurora, cenamos pizza y pasticho, carbohidrato pesado como se debe hacer
la noche antes de una carrera.
Llegó por fin el domingo de la carrera, me gusta mucho el
ambiente positivo y de energía que se vive antes de la salida. Al llegar a la
Vereda del Lago, lugar desde donde partía la carrera, conocimos a Ever, amigo
maracucho de María, desde ahí nos hicimos panas y nos invitó a pasar en la
tarde por su casa, nos prometió la mejor vista del puente sobre el lago.
Con Ever
Salí a correr con la adrenalina a mil por hora, era mi
primera carrera en Maracaibo. La ruta era muy sencilla y sin mayor dificultad,
la gran prueba era la chapa gigante de sol que pega en Maracaibo, era
impresionante, sentía que el sol estaba a centímetros de mi cara, era como si
me lanzaran cera caliente por el cuerpo, tremendo sofocón. La única forma de no
sentir que me achicharraba tanto era correr más fuerte y la verdad es que el
sol marabino me ayudó a romper mi propia marca y lograr mi mejor tiempo en una
carrera de 10 kilómetros, eso fue todo un triunfo para mí. Al llegar a la meta
sentí gran alivio pero algo de malestar, el sol era demasiado fuerte, por un
momento sentí mareos y presión en la cabeza. Fue solo cuestión de minutos, me
tomé un gatorade y quedé como nuevo. Salimos contentos del evento.
Con mi medalla frente al lago
Después de echarnos un baño nos íbamos a comer arepas agüita
de sapo porque tenía verdes a los muchachos de tanto decirles que las tenían
que probar. La gran desilusión fue encontrar el local cerrado. Comenzó la
disputa: yo quería patacón, Daniel quería pasta, María no opinaba. Íbamos a
volver loca a la pobre Sra. Aurora, a quien invitamos a almorzar para agradecerle
su cariño y buenas atenciones. Terminamos instalándonos en un restaurant de Pasta.
Yo estaba medio arrecho, cómo carajo iba a comer pasta en Maracaibo!!!!! Pasta
puedo comer todos los días de mi vida, donde me dé la gana, pero hay cosas
únicas que solo se pueden comer en Maracaibo, solo ahí.
Pero se me pasó, la verdad es que la pasta estaba
buenísima, el jugo de parchita sabía a gloria y la pasamos muy bien
conversando. Después del almuerzo nos despedimos de la Sra. Aurora y tomamos un
taxi hasta San Francisco para encontrarnos con Ever en su casa. Quedé
impresionado cuando llegamos, el patio de Ever es el Lago de Maracaibo, tiene
una ubicación envidiable y vista privilegiada. Confío en que cuando llegue la
explosión del turismo en Venezuela, esta zona va a ser un lugar extraordinario
lleno de restaurantes y posadas.
Después de echar cuentos un buen rato nos fuimos hasta un
terreno cercano que es el mejor mirador para el puente sobre el lago, Ever es
un duro en la fotografía y se fue con cámara en mano para regalarnos un par de
fotos que nos inflaran el ego. Terminamos hasta encaramados en una torre vieja
para disfrutar del paisaje, fue una tarde amena y estaba contento de ver tanto
lago y tanto puente así de cerca.
Bajando de la torre abandonada. Foto cortesía Ever Vera
Nos tocó regresar temprano al terminal privado para
esperar la salida de nuestro autobús a Valencia, ahí mis hermanos y yo nos
reímos, discutimos, nos molestamos y nos volvimos a contentar, es que somos
como un matrimonio disfuncional: “peleamos, nos arreglamos, nos mantenemos en esa
pero nos amamos, ahí vamos”. Para eso son los amigos.
Las visitas a Maracaibo deben ser cortas, se come mucho y
se lleva mucho sol. Pero hay que ir, tengo una lista larga de lugares por
conocer en Zulia, ya me tocará volver. Ahora sí, vayan con Dios a buscar en
google cómo son las agüita de sapo.
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